Maestro de arquitectos

Aurelio Álvarez Campi reparte sus días entre sus dos pasiones: la arquitectura y la enseñanza; Dice que aprendió de grandes maestros y que su mejor obra es la próxima.








Aurelio Álvarez Campi reparte sus días entre sus dos pasiones: la arquitectura y la enseñanza; Dice que aprendió de grandes maestros y que su mejor obra es la próxima.


Por Verónica Gordillo












Hace más de cuarenta años Aurelio Álvarez Campi pisó por primera vez la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza y nunca más salió de sus aulas. Ahí cursó la carrera que desde niño supo que quería seguir y aprendió a amar la profesión de la mano de maestros como Enrico Tedeschi. Hoy, como hace años, sigue enseñando y despertando en sus alumnos la pasión por este arte que sirve, que cobija y al que describe como un modo de vida.




Aprovechando un recreo, mientras sus alumnos exponen sus proyectos, Álvarez Campi cuenta que el amor por este arte le viene con la sangre. Su papá Aurelio estudió abogacía, aunque siempre soñó con ser arquitecto y su abuelo, también Aurelio, nunca estudió la carrera pero diseñaba casas que aún están en pie en Miramar. Y la cadena sigue: está casado con una arquitecta y de sus seis hijos, cuatro siguieron sus pasos.




El profesor comparte sus recuerdos. Desde niño pintaba con acuarelas, dibujaba y tenía una única certeza y es que quería ser arquitecto, una idea que no sabe explicar, que sintió cuando andaba por la ciudad, cuando disfruta de su casa, cuando se fue apasionando con eso de convertir algo natural en algo construido, diferente y hecho por uno.


El chico que nació en San Rafael y después se trasladó a la Quinta Sección, ingresó con esa idea clara al pre de la carrera en 1964. Recuerda que tuvo buenos profesores, aunque ninguno tan apasionado como el italiano Enrico Tedeschi, quien proyectó y construyó el edificio original de la universidad y fundó la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.“El me enseñó a amar la arquitectura”, asegura Álvarez Campi, al igual que otros profesores como el santafecino Jorge Scrimaglio y Miguel Ángel Roca. El docente dice que desde que se recibió no hace otra cosa que construir “casitas” y enseñar, dos pasiones que combina y que se retroalimentan. De todas las obras que creó piensa que la mejor es la que está por venir, la que le permitirá poner en práctica todo lo aprendido.




Repasando sus obras recuerda especialmente la que hizo para la artista Eliana Molinelli, muy relacionada con la arquitectura del colombiano Herbert Barech. Su mayor alegría es que la escultora pudo disfrutar de ese lugar antes de morir, al igual que disfrutó del proceso de construcción que implicó un trabajo de recuperación de materiales de demolición.




Para Álvarez Campi esa obra fue especial por varias razones y la principal es que no tuvo que lidiar con el cliente, sino que Molinelli, al ser una artista, respetaba al arquitecto como otro artista y eso hizo que ambos disfrutaran el proceso de diseño y construcción.




También recuerda la construcción de su segunda casa, ubicada en Chacras de Coria, que levantó con la ayuda de muchos amigos, luego de que la primera se quemó completamente.




El arte de enseñar




Enseñar es otra pasión de Álvarez Campi. En ese camino conoció a excelentes docentes como César Maselli, de Córdoba, a maestros chilenos y a profesionales de la escuelaWashington-Alexandria Architecture Center, en Estados Unidos, con los que comparte las mismas ideas, básicamente que enseñar es aprender todo el tiempo, que nunca hay que perder la capacidad de asombro, ni subestimar a los alumnos, sino pensar que encontrarán soluciones creativas a los problemas.




Álvarez Campi dice que la universidad debe dar herramientas y que lo demás, como en una casa, hay que construirlo a lo largo de la vida. Su máxima preocupación es transmitirles a los chicos y las chicas la pasión por la arquitectura, lo que es un desafío porque nota que la posmodernidad hizo que tengan demasiados atractivos que carecen de valor, lo que se traduce en una dificultad para lograr pensamiento y producción de proyectos. Por eso, les repite que estudiar una carrera es importantey que la arquitectura no sólo debe ser un medio de vida sino un modo de vida.




¿Cómo logra transmitir su pasión?




Creo que lo interesante es que la mayoría de quienes enseñamos también trabajamos y esto debe hacerse con pasión, que es algo con lo que se nace, pero por ahí alguien no la descubre de entrada, va saliendo. Es lo mismo que pasa con la buena arquitectura, hay alumnos que no descubren de entrada cuál es su camino creativo, pero nuestra misión es que eso salga a flote. La única manera es con pasión y si nosotros tenemos pasión la transmitimos a los demás. Y esto tiene que ver con transmitir a los alumnos la creatividad, para enseñar hay que ser creativos, estamos en una carrera que es tremendamente creativa y que avanza en base a la creatividad de los arquitectos. La función del docente siempre es creativa, tratamos que haya más y mejores arquitectos, porque mientras más sean más obras de arquitectura habrá, cuando haya uno en cada familia las obras las harán arquitectos lo cual sería ideal, porque un problema de nuestra sociedad es que muy pocas obras las hacen arquitectos. Es un tema cultural que debemos superar y por el cual hay que hacer mucha labor de extensión para que la gente se dé cuenta que el arquitecto no es alguien que hace un dibujito o un mal necesario para pasar una municipalidad; sino alguien necesario que no nos da sólo un techo, sino un lugar donde habitar, lo cual es totalmente diferente.




¿Persiste esa idea sobre los arquitectos?




Sí, a la mayoría de los arquitectos en este país les cuesta mucho salir a flote. Frank Lloyd Wright, un gran arquitecto norteamericano, decía que la arquitectura es el arte mayor, sostengo lo mismo. Hay muchos arquitectos que están preocupados por validar científicamente a la arquitectura, creo que se valida sola cuando uno se da cuenta, como dijo Octavio Paz, que es el testigo insobornable de la historia. Cuando uno viaja lo que ve es arquitectura, ciudades, obras, visitas museos, catedrales, recorres sus calles. Es muy raro que uno vaya a meterse a leer libros cuando viaje, ve lo natural y lo cultural, lo hecho por el hombre, es decir la arquitectura. Creo que la arquitectura se valida sola y la pretensión de validar científicamente a la arquitectura puede ser muy buena para unos, pero me parece que está desprovisto del concepto de que la arquitectura es el espacio que habitará la gente, no la idea del arte por el arte mismo, es un arte que sirve, que da lugar, que cobija, que hace que la gente se sienta bien habitando espacios que los arquitectos construyen.




Usted también marcó que otro de los desafíos al que se enfrenta el arquitecto es la relación con los clientes.




La mayoría de los arquitectos se encuentra con el problema de lidiar con los clientes y es un problema serio, porque la gente cree que porque gastará en una casa sabe más de arquitectura que un arquitecto. Soy muy duro en lo que voy a decir, pero mucha gente cree que la casa tiene que ser igual a la de su vecina, a la que vio en la revista Hola y la arquitectura se convirtió en determinado momento con el posmodernismo en algo que se lleva como si fuera una marca. Y nos encontramos con un montón de lugares cerrados llenos de un estilo colonial español pre digerido en Miami, que es lo que se llevaba y aun muchos lo quieren. Esa es la arquitectura que es como llevar una remera de tal marca, un reloj o cualquier atuendo y que me valida en una cierta posición social, y es un error. Se llegó a un extremo de mucha pastelería y repostería arquitectónica, pomposa, llena de balaustres innecesarios en este momento de la historia. Creo que de algún modo, los arquitectos han vuelto a encontrar el camino y están haciendo mucha mejor arquitectura. Hay muchos creativos y cuando hablo de creatividad no hablo de formalismos, sino de ser creativo en cuanto a la manera de ver la arquitectura, su relación con el mundo, el uso serio de los materiales, la apropiación apropiada de los sitios y la sostenibilidad o  sustentabilidad climática de los proyecto, que es algo que en esta facultad estudiamos desde la época de Tedeschi.




El árbol como centro




Álvarez Campi recorre la ciudad con sus ojos de arquitecto e invita a los ciudadanos a caminar por las calles, a ver los edificios, a descubrir los ejemplos de la buena arquitectura y también los de la mala.


El profesor piensa que el árbol es el elemento clave en el diseño y en la belleza de Mendoza, y se lamenta de que el egoísmo lleve a muchos comerciantes y vecinos a cortarlos para que se vea la fachada de su negocio o el frente de su casa. Dice que esta ciudad fue muy ordenada, pero con el tiempo algunas zonas se convirtieron en caóticas.




¿Cómo analiza arquitectónicamente a Mendoza?




 Mendoza tiene una gran suerte que son los árboles, es una ciudad tremendamente bien diseñada, no por un arquitecto sino por un político y un médico Emilio Coni, alguien que quiso hacer una ciudad saludable. Frank Lloyd Wright decía que los médicos pueden enterrar sus errores, pero los arquitectos sólo pueden aspirar a plantarles una enredadera. Digamos que los arquitectos pueden corregir sus errores con verde, y en realidad lo que le da homogeneidad a la ciudad y tapa muchos errores arquitectónicos es el árbol. Mi crítica es el egoísmo, cada comerciante quiere que le corten el árbol para que se vea el negocio y hubo un momento en que cada persona que había hecho un poco de plata quería cortar el árbol de adelante para que se viera la casa. Después hay muchas señoras que por querer tener la vereda limpia querían que les cortaran el árbol y, en definitiva, hay mucha gente que quería árboles de plástico o no árboles para tener una ciudad donde no barrer hojas. El problema es cultural, la ciudad es bella, le gusta a mucha gente, tiene esta historia del oasis. Ramos Correa, que mucho tuvo que ver con la arquitectura de la ciudad, nos contaba que una vez pasearon en avión a un viajero y comentó que buena idea la de hacer la ciudad en medio de un bosque. En realidad, el oasis se hizo en el desierto y no es una mala idea, sobre todo si tenemos en cuenta que el oasis productivo de Mendoza no es más de un 4% de la superficie total de este desierto que se sigue manteniendo. Creo que es una ciudad que tiene buena escala, tiene un grave problema que es el centro, que está colapsado por los autos y el transporte público.




¿Cuál es su análisis sobre el crecimiento de la zona urbana?




El problema es que hace muchos años había una dependencia del gobierno que funcionaba al lado de la Legislatura y que se dedicaba al ordenamiento territorial y la hicieron desaparecer, quizás porque no convenía a la especulación inmobiliaria. En general, los arquitectos estamos convencidos que debe haber ordenamiento territorial. Creo que las ciudades van a crecer, tienen que tener industrias, por supuesto no contaminantes, pero todo tiene que tener su lugar. El problema de la cultura argentina es que cada cual cree que puede hacer lo que quiere. Los argentinos tenemos que aprender a no ser anárquicos, a que el derecho de cada uno termina donde empieza el del vecino, pero nos falta. Sabes cómo se nota eso en la arquitectura, cada comerciante quiere tener el letrero más grande, más agresivo y más feo. Estas ciudades eran muy ordenadas, cuando era de casas chorizos hechas según el Código Civil, todas tenían la misma altura, zaguán, garaje,una o dos ventanas, había una uniformidad en la fachada que era agradable, ahora es todo caótico. De golpe tiran una de esas casas y hacen una playa de estacionamiento y por reglamento municipal hay que pintarlo a rayas de negro y amarillo, lo cual es espantoso. Yo los invito a ver, la ciudad es linda en general porque la tapan los árboles, pero los invito a ver ciertas áreas de la ciudad, vean críticamente lo que tenemos al lado, porque generalmente no lo vemos porque vamos pensando en otra cosa, que forma parte del síndrome de la modernidad y de la posmodernidad el estar abstraídos y no pensar en lo que tenemos al lado. Pero mirémoslo, hay áreas de la ciudad que son absolutamente caóticas y cada vez se tiende más a ese caos, que tiene que ver con este egoísmo terrible. Esto se ve en las casas, en los negocios, en lugares donde tiran y construyen algo que no respeta el entorno. Hay otros ejemplos lindos, como dos edificios hechos por dos arquitectos distintos y que parecen uno solo, están en un lugar de casas bajas pero que ha ido creciendo, es Martínez de Rosas cerca de Emilio Civit. Los ves y cuesta distinguirlos uno de otro, no sé si fue porque sí o el que hizo el segundo miró el primero. No son iguales, pero las alturas se relacionan, no hay caos, no hay egoísmos, es casi una fachada continua.


¿Teniendo en cuenta las características de Mendoza, existe una casa ideal?




Para todos lados existe una casa ideal, pero esto no implica una forma, implica tener una buena idea, plantearse un montón de condicionantes y con eso hacer buena arquitectura. Tradicionalmente había unas casas que no hacían los arquitectos, que encontramos en las fincas, que tenían una galería al norte, con parral que se cubría en verano y me daba sombra y frutos y se pelaba en invierno y me daba sol. Las casas se negaban al sur porque era frío, es decir existe una casa ideal que naturalmente la gente hizo un poco con su tradición europea y que tiene que ver mucho con lo sustentable. Pero esto no implica una forma, puede implicar incluso algún arquetipo formal que es el que encontramos en algunas casas viejas y uno o varios sistemas constructivos, porque había casas de quincha, de adobe, pero esto no implica que esta sea la casa ideal. Creo que puede haber tantas soluciones como arquitectos, no hay soluciones estereotipadas para un determinado problema. Eso es lo bueno y lo interesante de la arquitectura, que uno puede siempre seguir creando seriamente pero seguir creando, porque insisto en que ser creativo no es ser poco serio, al contrario, para ser creativo hay que ser tremendamente serio.




¿Los adelantos tecnológicos colaboran para buscar nuevas soluciones?




Hay adelantos que le hacen tremendamente bien a la arquitectura, tantas cosas de las que se dispone ahora y de las que no se disponían hace 50 años. A nivel estructural, las cosas se han incluso abaratando, aunque siguen siendo un poco alejadas para nuestro país. Todavía nos siguen saliendo carísimas, pero eso tiene que ser motivo para avivar nuestra imaginación, para generarlas de otra manera. Por eso es importante el tema de la creatividad en cuanto a lograr soluciones sustentables sin necesidad de adelantos tecnológicos y eso lo hacemos mucho, en eso somos bastante buenos, y puesta la imaginación al servicio de eso incluso podemos lograr interesantísimas soluciones para cosas que no sé por qué todavía no se solucionan y se hacen como un estereotipo.




El recreo termina y es necesario volver al aula, un ámbito donde Álvarez Campi intenta despertar en sus alumnos la pasión por la arquitectura y desafiarlos a ser creativos, a buscar nuevas respuesta para resolver viejos y  nuevos problemas.