El desafío de crear un oasis para el enoturismo

Alejado de las montañas y sin viñedos en el predio, la familia Caselles construye un entorno vitivinícola alrededor de sus bodegas.

Una apuesta creativa y osada.
Por Cristian Avanzini
 
Aunque sin el mayor de los atractivos que es el marco natural de montañas y viñedos que caracteriza a las bodegas top del nuevo milenio en Mendoza, la familia Caselles ha logrado en Rodeo del Medio un oasis turístico tras las remodelaciones llevadas a cabo en su proyecto SinFin.
¿Cómo lo hizo? A través de una mezcla de creatividad, aventura y, claro, una importante inversión de dinero.
 
Para empezar, tomaron una decisión  poco ortodoxa para el medio que fue acudir a un estudio de arquitectura sin experiencia en este tipo de obras. “Si bien en la parte de bodega no es su especialidad, emprendimos este proyecto juntos confiando ambas partes en algo diferente”, comenta Carlos Caselles, el patriarca del proyecto familiar.
 
La familia se inició en el rubro vitícola en 1976 con la compra de viñedos en distintas zonas del Gran Mendoza y el Este, y tras más de 20 años produciendo uvas se animaron a dar un nuevo paso elaborándolas por su propia cuenta.
 
“Alquilamos la bodega con el afán de conocer más en detalle el negocio. En ese momento la prioridad fue enfatizar la parte tecnológica para lograr una alta calidad de los vinos”, comenta el empresario. Con sus etiquetas volando a países tan distantes como Canadá, Japón o Vietnam, la familia comenzó a pensar en la bodega propia.
 
“Cuando salimos a ver algunas bodegas en Agrelo y Tupungato, llegamos al convencimiento de que si bien nos encanta la zona por el escenario natural, los valores eran alocados para la cantidad de litros que produciríamos, por lo que decidimos poner en valor lo que tenemos acá en Rodeo del Medio”, revela Caselles.
 
Allí entraron en escena los arquitectos Antonio Cáliz y Daniel Binci, encargados de pintar el oasis vitivinícola allí, sobre una vieja bodega construida hace 75 años y ampliada en 1950, ubicada a la vera de la ruta 50 en Rodeo del Medio.
 
 “Al comenzar nos encontramos con una bodega que tenía una parte de la década del ‘30 y una del ‘50, por lo que lo primero que tratamos de hacer fue un estudio lógico para ver qué íbamos a poner en valor y qué a eliminar”, explica Cáliz. El primer problema, dice, es que “ante un proyecto podés enfatizar un cuerpo de bodega de 1880 o uno muy moderno”, pero allí no tenían ninguno de los dos. “Decidimos entonces enfatizar ciertas características arquitectónicas de los años ‘50,  que acompañaban mucho a la marca porque parte de la gráfica está relacionada con el tango y eso era muy de esa época. Y para hacer el sector nuevo, lo quisimos contraponer con una arquitectura bien actual para que se notara la diferencia entre estilos, creando además espacios de armonía entre uno y otro para que pareciera un ‘pegote’”, comenta el arquitecto.
 
Por áreas
 
El eje de trabajo – que totalizará 7.000 m2 construidos en poco más de un año y medio- fueron cuatro sectores bien definidos: administración y laboratorio; quincho familiar; producción y conservación; y turismo.
 
El primer edificio se montó sobre una vieja estructura donde funcionaba una pequeña oficina y un minúsculo laboratorio, acordes a la época del ‘50 pero no para los desafíos de una bodega exportadora de alta gama como hoy es SinFin.
 
De esta forma se refuncionalizaron las oficinas administrativas y se amplió el laboratorio dándole mayor complejidad, mientras que en la parte superior se anexaron las oficinas jerárquicas y una gran sala de reuniones.
 
En el área de producción, más allá de la estética, uno de los desafíos fue que los trabajos no interfirieran en el proceso de elaboración. Allí los arquitectos tuvieron que cambiar la ubicación de la zona de vendimia -que no permitía tecnología moderna- y trasladarla entre una cosecha y otra al nuevo espacio, el cual se edificó con una estructura modular para agilizar los tiempos.
 
Los viejos tinglados de vendimia se refuncionalizaron, entonces, para cobijar toda la parte “social” de la bodega. A nivel se creó un importante salón de eventos VIP, mientras que en el subsuelo se desarrolló todo un mundo relacionado al vino con características muy particulares.
 
“Aprovechamos las piletas gigantes típicas de la época, que ya no son adecuadas para el tipo de vino que propone sinfín, para desarrollar la parte turística de la bodega”, explica el arquitecto Binci.
 
De esta forma, se desarrolló una sala de degustación, el espacio de barricas, un salón de eventos especiales donde la idea es montar un “tablao” y wine bar, un wine shop, y la cava privada de la familia Caselles. “Esta parte de la bodega tiene una situación muy especial porque todo ello se montó en piletas en desuso que se han dejado en su estado original, con parafina en las paredes, con las grietas y las texturas... todo bien original”, se entusiasma Binci.
 
Paisajismo
 
El paisajismo, otro elemento de vital importancia para este tipo de proyectos, sigue las líneas propuestas por los arquitectos, con una combinación de estilos, texturas y colores. “Se trabajó con dos formas de paisajismo: uno de zonas áridas y otros de zonas húmedas”, comenta el arquitecto para explicar la convivencia de salpicones verdes y palmeras en el frente con arbustos y jardines secos en el centro del predio.
 
Al fondo de este serpenteo decorativo se erige uno de los lugares favoritos de los Caselles: el quincho familiar. Este acogedor espacio atrae por su estilo rústico, que contagia calidez e invita al descanso en su amplio jardín, que en realidad en el primero boceto del proyecto era parte del terreno lindante.
 
En plena marcha, la familia decidió ampliar su espacio y sumar 4.000 m2 primero y, luego, un terreno de 2 hectáreas. El destino de este último aún no está claro, aunque algunas de las opciones de momento son plantar viñedos para ofrecer un recorrido más al turista y desarrollar un estacionamiento para el salón de eventos.