Un ícono mundial para el vino con sello mendocino

El estudio Bórmida & Yanzón diseñó la bodega de Alejandro P. Bulgheroni. Es la primera en su tipo con normas LEED y una de las más grandes del mundo con 19.050 m2.









El estudio de arquitectos mendocino Bórmida & Yanzó diseñó una bodega ícono a nivel mundial que fue inaugurada en marzo. Bodega Garzón, del empresario argentino Alejandro P. Bulgheroni,  es la primera bodega sustentable que cumple con las normas LEED y una de las más grandes del mundo (19.050 m²). Viñedos ondulantes, cavas privadas para un club de membresía, tres naves industriales excavadas en las rocas de la localidad uruguaya de Garzón, un espejo de agua que atraviesa la bodega,  son algunos de los detalles arquitectónicos que detalla en esta entrevista la arquitecta Eliana Bórmida, titular del estudio Bórmida & Yanzón que proyectó la bodega.


“Imaginamos el movimiento de las personas y lo que sucede también con su vida interior en esos espacios. Sus sensaciones, sentimientos y emociones son esenciales en nuestra concepción arquitectónica”, anticipa Bórmida.


Es la primera bodega en el mundo que certifica las instalaciones por completo, desde los procesos de elaboración hasta los servicios de hospitalidad y turismo, con las exigentes normas LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), sistema de certificación desarrollado por el US Green Building Council, que se compone de un conjunto de normas sobre la utilización de estrategias encaminadas a la sostenibilidad en edificios. Asimismo, sus viñedos reflejan un compromiso sostenido con el medio ambiente y las prácticas de cultivo ecológicos.


Para la arquitecta Eliana Bórmida, cuyo estudio viene trabajando desde los años ‘80 en el desarrollo de proyectos vitivinícolas, principalmente en el paisaje cordillerano de Mendoza, resultó muy interesante la experiencia de haber hecho una interpretación del terruño de Garzón y proponer una arquitectura a partir de ese paisaje. En diálogo con la reconocida profesional, esto dijo en relación a esta importante obra:




-¿Debieron trabajar acorde a los normas LEED, cómo fue ese proceso?


-Ese es un tema al que Bulgheroni le ha dado muchísima importancia, es una bodega que ha apuntado  a posicionarse rápidamente en esferas internacionales. Uruguay no ha sido un país que haya tenido relevancia internacional con sus vinos, pero con esta bodega pisará fuerte. Uno de los caminos buscados ha sido respetar las normas LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), sistema de certificación desarrollado por el US Green Building Council. Carlos Hartmann ha sido el arquitecto que acreditó las normas en Garzón. Los proyectos se hicieron en el estudio Bórmida & Yanzón y el paisajismo lo hizo Eduardo Vera a quien nosotros siempre llamamos para eso.




-¿El objetivo es minimizar el impacto ambiental?


-Estas normas se ocupan de controlar todo impacto que vaya a tener la obra en el ambiente. Así como hubo una indicación para elegir la flora que es originaria del lugar, en cuando a la arquitectura influye sobre las orientaciones del edificio y, sobre los materiales que se van a poner intentando establecer los valores de la trazabilidad. Es muy importante saber el impacto que va a tener el uso de un material desde su origen, es decir desde su materia prima, desde su transporte.




-¿Cuál fue el concepto arquitectónico que plantearon para desarrollar el proyecto?


-Nosotros hemos trabajado siempre respetando el medio ambiente y somos totalmente respetuosos del clima del lugar así que el proyecto se adaptó naturalmente a las normas  LEED, sin que tuviéramos conocimiento de las normas cuando empezamos con el proyecto. Lo que resultó muy interesante de esta experiencia es haber hecho una interpretación del paisaje, del terruño de Garzón y proponer una arquitectura a partir de eso, en realidad fue el mismo camino que hicimos en Mendoza cuando empezamos a hacer bodegas.




-¿En Mendoza han trabajado en vínculo con la Cordillera andina, en este caso influyó el mar?


-El mar no está tan cerca de Garzón pero en la experiencia de la gente  está presente. Más allá del mar, el paisaje es completamente distinto al mendocino. Es un paisaje más húmedo, ondulante y sobre todo muy rocoso. Una de las cosas más fascinantes, que fueron clave para entender la idea de arquitectura que nosotros planteamos, son esas enormes rocas que afloran en la superficie del terreno, son como grandes caparazones de tortugas medio enterradas y eso se debe a que el suelo geológico es el Escudo de Brasilia, uno de los estratos geológicos más antiguos del planeta. Esto es una cosa extraordinariamente interesante.




-¿Cuáles fueron los ejes del paisaje sobre los que asentaron el proyecto?


-Cuando empezamos a recorrer el terreno para imaginarnos la bodega hubo tres puntos que quisimos poner en valor: por un lado las rocas del escudo de Brasilia, como parte fundamental del paisaje a preservar y de la arquitectura a realizar. Por otro lado una flora nativa muy particular porque forma como un matorral muy verde, lustroso y relativamente pequeño que da expresiones de mata alta que parece ser selvática, algo muy diferente a lo que vemos en Mendoza. En tercer lugar el relieve, la colinas ondulantes llenas de montes redondeados y de cárcavas.




-¿Trabajaron en una arquitectura del paisaje?


-Por supuesto, como hemos hecho siempre en Mendoza, nuestra arquitectura fue una vez más una arquitectura del paisaje, nosotros nunca pensamos en una pieza arquitectónica que esté  simplemente posada en la naturaleza, porque para nosotros la experiencia de relacionar la arquitectura como si fuera un organismo vivo dentro del paisaje es muy importante. Cuando el visitante recorre esos lugares, las experiencias de adentro y desde fuera son las que terminan configurando la obra.




-¿Las formas arquitectónicas que proyectaron tienen que ver con la ondulación del paisaje?


-No necesariamente con la ondulación, pero sí con la articulación de los volúmenes. Es una bodega de mucha capacidad de elaboración, con tres naves de fermentación para distintas gamas de vinos. Estas naves que siempre son muy voluminosas, están semienterradas dentro de las hondonadas y tienen techos verdes, por lo cual no intervienen en el paisaje, en cambio sí predominan los ámbitos de sociabilidad del vino. Como toda bodega contemporánea no solamente hace vino sino que tiene un restaurante, un bar de vino y un club de membresía internacional de muy alto nivel.  En EEUU es frecuente hacer membresías de un club que tiene sus privilegios, entre ellos tener tu propia cava para guarda de vino. También hay una tienda de merchandising y una sala de usos múltiples y catas.



-¿Cómo es el recorrido de quien la visita?


-El proyecto tiene accesos diferenciados para las áreas industriales de trabajo y las zonas para el turismo. Los visitantes llegan y estacionan en un parque de rocas que ha conservado totalmente la flora nativa y después ingresan  atravesando un espejo de agua con una arquitectura y volumetrías muy movidas de hormigón armado y vidrios. El agua cruza el edificio de lado a lado, hay un lobby grande, hacia la izquierda están el bar y el restaurante que tienen vistas en balcón hacia las colinas y los movimientos ondulantes de las viñas.


Después de ese lobby se sale a una terraza con pasto nativo que vuelve a mirar hacia abajo. La gente recorre, mira, baja hacia las viñas y luego entra a la parte industrial por un patio que los lleva directamente hacia las cavas. Las cavas las hemos hecho excavadas directamente en la roca natural, quisimos mostrar la roca viva por donde brota el agua e hicimos unas acequias. Es una humedad controlada que entra y sale. También hay entradas de una luz cenital muy misteriosa. Están además las cavas privadas en forma de abanico, con curvas.


Después de las cavas se entra a un hall, se sube y se llega a la tienda de merchandising. Un puente que atraviesa un palmar desde un estacionamiento privado nos lleva al club de membresía.




-¿Cómo fue la experiencia de trabajar en una geografía tan diferente a la mendocina?


-En primer lugar fue muy estimulante porque nosotros sentimos un verdadero vínculo con el paisaje natural. En nuestro proyectos los primero que hacemos es ir a ver el lugar y sentir qué nos sugiere el paisaje. En Garzón fue extraordinaria la experiencia. Creo que cuando la gente vaya al mar, a Punta del Este, y luego visite la bodega se encontrará con un Uruguay diferente, con el de la producción agrícola, de las nuevas industrias. El Uruguay abre con esta bodega una puerta a la enología globalizada.


Nos contactaron por nuestra expertise en el desarrollo de bodegas y creo que se sorprendieron cuando empezamos a proyectar los espacios. Junto a Alejandro y Betina  Bulgheroni recorrimos el lugar y conversamos del potencial extraordinario que tenía ese lugar para desarrollar la sociabilidad del vino e instalarla como una cultura que tiene que ver con la naturaleza en gran escala.


Claves del proyecto

Experiencia. Bórmida&Yanzón es un estudio de arquitectos de Mendoza con amplia trayectoria y la experiencia de haber proyectado más de 30 bodegas (entre ella Bodegas O. Fournier, Salentein, Bodega Vistalba, TheVines Resort & Spa, Séptima) en distintos países.

Reconocimiento. La bodega del empresario Alejandro P. Bulgheroni, realizada por el estudio de arquitectos mendocinos Bórmida&Yanzón es una de las bodegas más grandes del mundo, recientemente recomendada en The New York Times como uno de los 50 lugares que hay que conocer. El establecimiento vitivinícola posicionará a Uruguay en los mercados internacionales del vino.















Enología. Si bien se enfoca principalmente en sus vinos Tannat, la variedad emblemática y la uva por excelencia del Uruguay, Bodega Garzón trabaja con distintos clones y varietales y es uno de los pocos productores de Albariño en la región. “Bodega Garzón es pionera en el desarrollo de un nuevo concepto en cuanto a bodegas, viñedos y región vitivinícola”, comentó Bulgheroni, el empresario petrolero que cuenta con bodegas y viñedos en Uruguay, Argentina, Australia, Bordeaux, Toscana y California.