Crecimiento, pero muy lejos del rebote

La construcción en 2022 tendrá una mejora al ritmo del 4% anual luego de que en 2021 cerrara con una recuperación del 30,2% registrado en 2020. Los condicionantes que imperan.

Los sectores de mayor crecimiento en 2022 serán los servicios basados en el conocimiento, los servicios "presenciales" (beneficiados por menores restricciones y por la "revancha del consumo"), la producción de aparatos de uso doméstico (+16,1%) y de electrónica de consumo (+15), las exportaciones mineras (+9,3) y la producción de vehículos (+8,3%), según estimaciones del informe ABECEB de perspectivas sectoriales a nivel país.

No obstante, esa mejora no llegará ni a la mitad del rebote que esos mismos sectores registraron durante este año tras el rebote registrado en comparación a lo que fue la caída del 2020 por efecto de las restricciones impuestas por la pandemia del COVID19. Esta desaceleración no sólo se explica por la base de comparación (2021 era contra un 2020 signado por la extensa cuarentena) sino que los sectores enfrentan una doble agenda: una caracterizada por una macro debilitada, con mucha incertidumbre; un mundo que no tendrá el viento de cola de 2021 (soja+DEGS) y los riesgos de las nuevas variantes del COVID. Y la otra agenda, con los desafíos que impone la disrupción tecnológica y los nuevos hábitos del consumidor.

Si tomamos los sectores ya mencionados lo vemos claramente: la producción de aparatos de uso doméstico tuvo un repunte del 46,9%; los de electrónica de consumo del 54%, las exportaciones mineras, el 20; y la producción de vehículos; el 56,2%.

Este rebote anémico también se da en la producción siderúrgica que se incrementará el 4,8% en 2022 y había crecido el 31,5% este año. La construcción en 2022 tendrá una mejora al ritmo del 4%, y este año había alcanzado el 30,2% y la elaboración de productos farmacéuticos que en 2022 aumentará el 4%, quedó a la mitad del 8,9% de 2021.

En el caso puntual de la construcción, de cara al 2022 desde Abeceb advierten como positivo que seguirán brillando por su ausencia otras alternativas de inversión por lo que el "ladrillo" seguirá siendo refugio de valor y opción de dolarizar ahorros. También traccionarán en positivo la reformulación espacial del trabajo y la vida personal como consecuencia del impacto de la pandemia del COVID19, lo que llevará a empresas y familia a invertir en mejoras de las condiciones edilicias en las que se trabaja y vive.

Como negativo, de cara al 2022 la construcción se verá afectado por un "limitado espacio fiscal" que mantendrá acotados los niveles de inversión pública en obras, al tiempo que se mantendrá la ausencia de financiamiento privado, la carencia de créditos hipotecarios para apalancar ventas y continuará la incertidumbre cambiaria. La falta de previsión en cuanto al tipo de cambio y la posibilidad de que continúen o se incrementes las restricciones para hacerse de dólares, complican el cálculo de costos y pueden afectar el inicio de nuevas obras y proyectos, señala el informe de Abeceb.

Las industrias argentinas se encuentran ante el desafío de gestionar una doble agenda: la de los obstáculos, con alta incertidumbre de corto plazo reflejada en presión cambiaria al tope, reservas declinantes y crecientes expectativas de devaluación; en un marco de deterioro estructural de largo plazo que eleva los desafíos.

Y la otra: la de los catalizadores, con la aceleración y confirmación de un nuevo sendero en las preferencias de los consumidores, la aceleración de la agenda de sustentabilidad, los cambios en la espacialidad, y en el mundo del trabajo que imponen la necesidad de transformación y otorgan oportunidades para agregar valor.

Los últimos proyectos de Ley enviados al Congreso intentan dar alguna directriz para guiar la actividad productiva a través de estos desafíos: los incentivos planteados no son claros y, en algunos casos (Ley de Inversiones Automotrices, Ley de Envases y Ley de Electromovilidad, entre otros) confunden los desafíos actuales con la necesidad de otorgar una mirada estratégica, coordinada con las empresas y creíble.

La economía ingresa a 2022 con debilidad política y una macro desafiada, con las autoridades obligadas a hacer algunas correcciones (tarifas y déficit fiscal), alta inflación y crecimiento modesto.

La normalización de las actividades presenciales y el consumo de revancha ponen al entretenimiento y la hotelería como tractores de una recuperación de bolsillos flacos (aunque la amenaza de Omicron desafía a aquellos que dependen del turismo receptivo). "Restricciones COVID" y súper cepo con salarios en dólares bajos generan turistas cautivos y sostienen consumo de indulgencia.

El sesgo intervencionista otorga oportunidades a inversiones spot de rápida maduración y resguarda el mercado para sectores sensibles a las importaciones. La sábana es corta: las restricciones a las importaciones topean el desarrollo de algunos mercados: limitan la diversidad de modelos a disposición, y otorgan incertidumbre en relación a algunos insumos. A la administración de importaciones se le suma los riesgos de la distorsión de las cadenas de valor internacionales, con industrias ya afectadas por la crisis de chips y semiconductores, así como por la presión de costos ante el aumento de precios de insumos difundidos: vidrios, plásticos y acero, entre otros.

Para aquellos que dependen del Presupuesto Nacional las señales son mixtas. Para la obra pública si bien las licitaciones avanzan a buen ritmo, los pagos se encuentran tensados. Por el lado tarifario, se anunció un ajuste promedio del 20% que no alcanza a compensar el atraso ya que la inflación acumulada en los últimos dos años impide una normalización de corto plazo. Para el petróleo y gas el foco está en asegurar el abastecimiento interno, en medio de una continua discusión sobre la ventana de oportunidad que tiene Vaca Muerta ante la aceleración de la electrificación del transporte y la transición energética. Para el petróleo, el diferencial está en manos de aquellos capaces de exportar, aunque asegurando el barril criollo. Para el gas, el Plan Gas avanza favorablemente, más aún en un contexto de aumento de precios del GNL a nivel mundial.

Volatilidad y acortamiento de los tiempos del "stop and go"

La trayectoria de la recaudación de impuestos asociados al mercado interno, descontados los efectos de la inflación, es un valioso indicador de la marcha de la actividad económica ya que, más allá de algún margen de error con la trayectoria del PIB, conlleva la ventaja de poder computarse "en tiempo real". Utilizando esta información, que incluye los datos de diciembre, se tiene para el 2021 una recuperación de 11,8 % en relación al 2020, un guarismo muy significativo, pero todavía 1.7 % por debajo de 2019. De cara a 2022, el "arrastre estadístico" del cuarto trimestre de 2021 es de 2,5 puntos porcentuales, aproximadamente la mitad del guarismo que el 2021 había "heredado" del cuarto trimestre de 2020, destaca un informe del IERAL de la Fundación Mediterránea.

Estadísticamente, el 2021 también aporta nitidez acerca del comportamiento cada vez más volátil del nivel de actividad en su medición desestacionalizada. En los últimos doce meses, el índice que refleja la evolución en términos reales de la recaudación asociada al mercado interno no ha podido anotar tres meses consecutivos de variación positiva, con un patrón de un mes de caída cada dos meses de recuperación. Puede interpretarse que esta dinámica refleja el agotamiento de instrumentos genuinos de política económica, por lo que, cada impulso voluntarista de expansión fiscal y monetaria contiene las semillas de su propio ajuste, sea por la aceleración inflacionaria que licúa la demanda agregada, sea por la falta de capacidad de financiamiento de las importaciones necesarias para lubricar la oferta de bienes y servicios.

Lo cierto es que el ciclo de "stop and go" del período inmediato anterior, que tendía a medirse en términos de años pares e impares (éstos últimos, vinculados a las elecciones correspondientes) parece ahora ceder paso a una dinámica todavía más inestable, en la que el "stop and go" se cuenta por trimestres. La constatación de lo ocurrido en 2021 sirve también como advertencia para este 2022, haciendo más imperiosa la necesidad de salir del cortoplacismo, ampliando el horizonte para la toma de decisiones de los agentes económicos.