Por qué los nuevos barrios deben estar cerca de la Ciudad

Cómo llevar adelante proyectos de inversión social y dónde. Las claves según un estudio del BID para América Latina. Evidencia empírica con resultados.


La mayor parte de la legislación de ordenación territorial comprende incentivos o subsidios para la vivienda de interés social. ¿Pero qué ocurre cuando el peso de situarla en la periferia es alto y el costo lo absorben los beneficiarios? Podríamos pensar que las casas de la periferia son más baratas y por lo tanto más beneficiosas, pero la realidad demuestra que situarlas fuera de los núcleos urbanos tiene impactos negativos en los ingresos, en los ahorros y en el acceso a las redes de apoyo de las familias que allí habitan y a quienes se quiere apoyar.


Varios países en América Latina  han lanzado ambiciosos programas de vivienda social para estimular la producción privada de vivienda económicamente asequible. Estos programas han sido exitosos en términos de aumentar la cantidad de unidades habitacionales de bajo costo, pero la mayoría de las viviendas está localizada en áreas periurbanas retiradas de los sitios de trabajo y de los servicios.


Un debate tan antiguo como importante, el de la ubicación espacial, requiere al menos de propuestas sustentadas en evidencia empírica. Para ello, desde el BID se analizaron encuestas realizadas entre residentes de conjuntos de vivienda de interés social en áreas centrales y en áreas periféricas en las ciudades de Goiânia (Brasil),  Barranquilla (Colombia) y Puebla (México). Los proyectos habitacionales de interés social observados en estas tres urbes absorben gran parte de los subsidios en dichas ciudades, afectando mayoritariamente a los hogares de bajos ingresos localizados en la periferia y fueron construidos con el propósito explícito de mejorar las condiciones materiales de las familias con dificultades.


Para entender mejor estas dinámicas, se analizó el impacto de la localización en el valor de la vivienda, en los gastos en trayectos diarios y en las interacciones sociales mediante una encuesta realizada en una muestra de 150 hogares seleccionados de manera aleatoria por el BID. En ese sentido, se detectó que para aquellas personas que viven en la periferia, el valor de su inmueble resultaba un 40% más bajo, mientras que el valor del alquiler resultaba aproximadamente un 50% menor e incluso más bajo respecto de aquellos en el centro. Dados estos beneficios aparentes, se preguntaron por qué había poca demanda para estas unidades alejadas, pues son escasas aquellas que se venden o se arriendan. En México, aun tratándose de vivienda social en la periferia de grandes ciudades, muchas familias optaron inclusive por abandonar estas opciones habitacionales por las que contrajeron deudas.


Los datos del estudio del BID demostraron que la localización de la vivienda tiene implicaciones en la riqueza del hogar,  no sólo en su valor de mercado sino también en los gastos incurridos por sus ocupantes, particularmente en sus desplazamientos y en las redes de apoyo en las que participan.


En cuanto al costo de los trayectos, en comparación con los hogares céntricamente localizados, quienes residen en las áreas periféricas gastan casi el doble de dinero y casi tres veces más tiempo en sus desplazamientos al lugar de trabajo. En promedio, una persona trabajadora que vive en la periferia viaja alrededor de una hora para llegar a su empleo en la ciudad, lo que resulta en interacciones menos frecuentes con sus familiares a causa de los altos costos y a la larga duración del viaje para visitarlos.


Esto fuerza a que las familias ubicadas en la periferia deban contratar servicios que antes solían obtener de sus parientes, como por ejemplo el cuidado de los niños, una realidad que afecta más profundamente a las mujeres. La periferia también causa una sensación de aislamiento y poca exposición a la diversidad social, con la consecuente falta de oportunidades para sus residentes. Otros de los efectos negativos es el menor acceso a trabajos bien remunerados y a una mayor incidencia de enfermedades relacionadas con el ambiente.


¿Cómo cambiar?

Hay soluciones diversas que pueden mitigar el impacto negativo de la ubicación. Una de ellas es aumentar el valor de las unidades de vivienda situadas en las áreas periféricas. Esto no significa únicamente infraestructura, sino incidir en el valor del entorno de dicha vivienda, facilitando la presencia de empleos en los complejos habitacionales de la periferia o alrededores.


Esta nueva cultura debe influir en los códigos del ordenamiento territorial en el momento de incluir usos comerciales, considerando la posibilidad de dar incentivos para emprendimientos locales, lo que puede atraer a un mayor volumen de negocios, en la medida en que se logre más densidad de población. Otra opción es incrementar las inversiones públicas en áreas periféricas, o mejor aún, aumentar los subsidios para que la vivienda social pueda encontrarse en áreas con acceso adecuado a servicios y a mercados laborales.


Existen varios ejemplos de cambios: el Ministerio de Vivienda de Colombia ha trabajado en la articulación de sistemas integrados de transporte masivo; el Ministerio de Ciudades de Brasil ha propuesto ligar la noción de sostenibilidad con las dinámicas productivas del espacio urbano. El objetivo es mejorar las vidas de los residentes de esos complejos habitacionales desde el principio, así como los barrios donde se encuentra la vivienda de interés social.