Los consorcios vistos como pequeñas economías

Las cuatro reglas básicas de la administración son: planificar, organizar, dirigir y controlar.

Se planifica que es lo que se va a hacer, se organiza el cómo, se dirige su implementación y luego se controlan los desvíos.
 
Haber sido administrador de consorcios, por múltiples razones quizás ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que me ha permitido mi profesión,  pero al mismo tiempo ha sido uno de los desafíos más complejos y amargos. He aquí una reflexión que me ha dejado este paso por la industria.

Una vez alguien me dijo algo como que”…  Los consorcios son pequeñas economías donde se refleja lo que sucede a nivel macro país…”, y nada más cierto. El consorcio resulta una pequeña incubadora, o una muestra de lo que es la sociedad no solo a nivel económico, sino en sus valores, comportamientos y demás actuaciones.

Me sorprendió la gran ignorancia colectiva respecto a las leyes referentes que afectan a un consorcio (ley de Propiedad Horizontal # 13512), y eso nace desde el inicio de la relación de esa persona con el consorcio, he sido testigo presencial en varias oportunidades cuando un/una escribano/a omite los reglamentos de un determinado consorcio o barrio privado, por no aburrir a las personas. Esto no es una crítica a los Escribanos en su actuar, pero difícilmente esa persona luego lea ese reglamento (salvo determinada necesidad) y muchas veces la persona no sabe a las reglas que se está sometiendo y luego se encuentra con sorpresas por justamente desconocimiento. Esa es una labor que los escribanos en general no debieran omitir, los corredores inmobiliarios debieran conocer y entregar una copia a la hora de avanzar en una opción de compra y los interesados prestar atención a donde se están metiendo y mostrarse interesados en conocer más al respecto.

Insisto en esto porque la Ley 13.512 es bastante amplia en sus definiciones pero establece al Reglamento de un consorcio como la Carta Magna de las reglas. Y siguiendo con la analogía comparando con un país, el reglamento vendría siendo la Constitución de esa pequeña economía. Cuando una persona emigra a un país, mínimamente quisiera saber su condición ante la sociedad, si va a poder desarrollar tal o cual actividad, comprar bienes a su nombre o abrir cuentas, etc. Pero a la hora de mudarse a un consorcio mucha gente entra  sin leer el reglamento.

Hay una constante general en la mayoría de los consorcios, que es buscar bajar las expensas y mantenerlas lo más bajo posible, si bien esto suena lógico, es una relación que enferma y desgasta no solo al administrador que por lo general deja sin herramientas o presupuesto para ejercer sus funciones, impidiendo planificar y reduciendo su actuar meramente a un cobrador y pagador con funciones de atención al propietario. Sino también para el consorcio en sí, como estructura edilicia ya que por lo general se omiten los mantenimientos preventivos o planificados (salvo los estrictamente legales), esta actitud denota una gran visión cortoplasista, ya que es pan para hoy hambre para mañana, y lo que la mayoría no se da cuenta es que lo que está en juego no es la expensa, no es la gestión de tal o cual administrador, es el valor patrimonial futuro que tendrá ese inmueble.

Las 4 reglas básicas de la administración son: planificar, organizar, dirigir y controlar. Se planifica que es lo que se va a hacer, se organiza el cómo, se dirige su implementación y luego se controlan los desvíos. El administrador debe actuar en ese sentido, teniendo como premisa conservar y hacer crecer el valor patrimonial del bien que le han dado en administración. Sin entrar en mayores detalles porque hay demasiadas particularidades y anécdotas, al administrador se le debe exigir pero también se le debe dar herramientas para que pueda accionar y ejecutar por lo menos un plan a 1, 3 y 5 años. Que sea más amplio que solo reducir la morosidad.

Algo que me llamó poderosamente la atención en esta experiencia es la falta de interacción entre vecinos, ¿es que somos como sociedad tan distantes? Me ha tocado estar en consorcios que luego de 6 años de vivir prácticamente enfrente unos de los otros, no se conocen. Siempre me llamó esto la atención esto, ya que cuando yo me mudo a un lugar lo primero que hago es presentarme a mis vecinos, por una cuestión de cortesía y porque sé que en caso de una emergencia son ellos las primeras personas que tengo a mano, quizás en mi caso fue una necesidad por ser extranjero y busqué siempre apoyarme en mis vecinos. Pero eso me llevo a desarrollar grandes amistades.
Pero más allá de la necesidad o interés de que son mis vecinos las primeras personas en socorrernos, la realidad es que son las personas con quienes convivimos. Y si se trabajara más en los consorcios en reforzar la sensación de comunidad (con eventos sociales, medios de interacción, compartir noticias o notificar al resto de los vecinos un cumpleaños, etc) mejoraría mucho no solo la calidad de vida de los consorcistas, sino la calidad y tónica de las asambleas. Ya que al generar un vínculo la gente suele ser más cordial entre ellos. Esto no es ingenuidad, lo viví y lo puse en práctica con grandes resultados. Algunos administradores tienen temores (así me lo han expresado) de permitir que los vecinos interactúen entre ellos, esto es síntoma de una gran inseguridad respecto al trabajo que ejecuta ese Administrador, pensando que los vecinos solo se van a comunicar para criticarlo, posiblemente no solo sea para eso. A ellos les debo decir, si están haciendo las cosas bien confíen en su trabajo.

De muchas de estas situaciones he sido parte, o testigo y algunos de estos errores los he cometido, por ello me animo a escribirlo para poder transmitir la experiencia y que sirva para otras personas y así evitar que se repitan.

Como conclusiones puedo decir que hay que incrementar la experiencia de comunidad en los consorcios, esto es un ganar – ganar para todas las partes, no se refiera a entablar amistad pero tampoco que sean totales desconocidos, debe haber mayor conocimiento de las reglas a las que un consorcista se está sometiendo, y los administradores (siempre y cuando cuenten con las herramientas y las capacidades técnicas) realizar planificaciones a corto, mediano y largo plazo para poder incrementar o mantener el valor de las propiedades que administran.